Judo en Sarajevo

Nuno con el equipo completo "Judo Klub Sarajevo"

Cuando Sylvester Stallone contactó con el grupo “Chicago” para que compusieran la banda sonora de Rocky III, Frankie Sullivan y Jim Peterik (autores del hit “The Eye of the Tiger” de 1982), tras ver el corte de los primeros 10 minutos de la película que Stallone les envío, éstos le pidieron a la figura cinematográfica que les entregase todo el film, no porque no hubieran llegado a una idea final sobre cómo componer la famosa canción, si no porque querían saber cómo acababa la historia. “The eye of the Tiger”, es el título y estribillo de la canción hace referencia a la mirada del personaje de Rocky, una mirada de un luchador incansable dispuesto a dejarse el alma en el ring. Esta idea me viene a la cabeza tras compartir tatami con diferentes judokas en Sarajevo (Bosnia y Herzegovina).

Uno podría pensar que aquellos hijos de la guerra que ahora rondan la cuarentena tienen una mirada dura, cruda, fría y que en el tatami esto se multiplica por 10, pero la realidad es que aquellos que presenciaron horrores que acabarían por desencadenar lo que más tarde sería reconocido como el síndrome de Sarajevo, en el tatami, solo ofrecen una mirada amable y servicial, una mirada amiga. Aquellos más jóvenes, con ganas de forjarse un nombre en el judo nacional sí poseen la mirada que uno espera de un luchador cuando se ponen el judogi. Es emocionante saber que el judoka que tienes delante no solo se enfrenta a ti en un randori, sino también a su ego, a su importancia como judoka y que se examina a sí mismo en cada lucha por el agarre, en cada desplazamiento táctico para crear un hueco por donde meterse bajo el cinturón, en cada entrada buscando la proyección perfecta.

Cuando eres un invitado en Bosnia, lo eres con todo lo que eso conlleva, un trato personal impecable y la inclusión casi inmediata en el grupo, incluso cuando el idioma es una barrera. En el Judo Club de Sarajevo somos invitados, donde el maestro Emir Ibragić ejerce sus funciones como entrenador con humor, rigor y exigencia disciplinaria a sus judocas adolescentes (que sabemos que suelen ser los más rebeldes). El elenco de este club parece ser envidiable, puede ser porque los judocas más jóvenes no han tenido mucha clemencia por parte de los más mayores, lo que les ha permitido forjar un carácter luchador tanto dentro como fuera del tatami.

 

Nuno y Emir compartiendo impresiones en un café de Sarajevo

Campeones nacionales en categorías cadete, junior y absoluta, incluso cuando ni siquiera han alcanzado la mayoría de edad como Amina Crnčalo de -57kg (segunda por la izquierda en la tercera foto) o Eldar Klepo de -90kg (tercero por la derecha, de pie en la primera foto), ambos cadetes) no presentan mucha piedad a aquellos que están aprendiendo o en etapas más jóvenes. En Bosnia, los judokas aprenden a ganar cayendo, perdiendo, lidiando con la frustración de no estar a la altura de hacer frente en randori, ni por medio segundo, a los campeones de su club, a sus amigos.

Nuno con el equipo femenino y menores de 15 años

De el judo en Bosnia y Herzegovina salimos con amigos y con una experiencia que nos permite comprender que los ojos de alguien que quiere luchar cogen forma, color y sentimiento en cada uchi-komi, en cada randori, cada vez que un niño se pone un judogi con la ilusión de poder, tal vez algún día, hacer frente a los campeones con los que cada día comparte tatami, aun sabiendo que será la tarea más dura, incluso conociendo lo incómodo de volver a casa con dolores tras el entrenamiento. Los ojos del tigre realmente se forjan al volver al día siguiente al tatami para intentar, una vez más, vencer a aquellos a quienes admiran.


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