El profesor de Judo, trata de enseñar y en el mejor de los casos, muchas veces sin proponérselo, intenta educar y a veces
lo consigue, a través del Judo.
Pero ¿de qué manera y de qué Judo?: ¿Dando clases magistrales? ¿Soltando largos discursos? ¿Comunicando normas de comportamiento?
¿Y con qué contenidos?: ¿Mediante el programa de cintos? ¿Practicando las katas? ¿El randori? ¿Preparándolos y presentándolos a competiciones? ¿Implicando a los alumnos en el mundo del arbitraje? ¿En la enseñanza? ¿Con su ejemplo?
“Predica con la vida más que con palabras, el ejemplo es el mejor mensaje”. (Filipina Dacmesme)
Pienso que si el Judo es un arma para educar y sirve para educar, es mediante una mezcla de todo esto. Pero más importante que el Judo en si, es la figura del profesor y dependerá de los valores que posea ese profesor, de su educación, de su personalidad, de sus modales, de sus principios, de la empatía que tenga para transmitirlos y de su motivación, lo que le haga ser más o menos efectivo educando.
¿Los contenidos? Eso quizá tenga menos importancia. Un profesor entusiasmado por la práctica de las katas, que sabe comunicar ese entusiasmo y es capaz de reunir periódicamente un grupo de judokas para entrenarse, será tan válido y capacitado “para educar” como el profesor que sabe introducir a sus alumnos en una sesión de Judo sin que apenas se den cuenta para practicar randori o como el profesor de arbitraje o profesor de cursos de profesores que consigue “enganchar” por medio de sus explicaciones a los aspirantes a árbitros o a profesores.
Quien verdaderamente “educa” es el profesor, no el Judo. El profesor se vale del Judo para educar. Pero ¿que es educar?, Tenemos varias definiciones, desde las más sencillas a algunas más elaboradas.
Educar:
“Formar o instruir a una persona”.
“Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales, morales o cognitivas para un determinado fin”.
“Contribuir con el propio ejemplo de una vida presidida por el amor, la coherencia interna, la honradez y la sinceridad a que el inmaduro aprenda a desarrollar al máximo sus potencialidades, se realice, dé un sentido a su vida, esté en paz consigo mismo, sea feliz y trate de hacer felices a los demás”. (B. Tierno)
Vamos a analizar estas tres definiciones.
“Formar o instruir a una persona”, es una definición un tanto ambigua que naturalmente sirve, pero ¿formar o instruir en que sentido?, ¿en que forma?, ¿de que manera? A todas luces incompleta.
“Desarrollar las facultades, intelectuales, morales o cognitivas para un determinado fin”.
Con más detalles que la anterior, aquí habrá que presumir en el educador el intelecto, la moral y el conocimiento necesarios para alcanzar ese determinado fin.
“Contribuir con el propio ejemplo…”, también habrá que presumir que el educador está en condiciones de dar ejemplo en el amor, la coherencia interna, la honradez y la sinceridad para que al transmitir al educando, de un sentido a su vida y sea feliz.
Y ahora vamos a analizar al profesor.
El profesor de Judo se plantea en muchos casos, ¿que es un educador? ¿Se plantea que como educador que es, tiene que dar una imagen ante sus alumnos? Que sin tener que proponérselo, (y si hace falta proponiéndoselo), ¿tiene que llevar una vida presidida por el amor, ser coherente en sus acciones y forma de actuar, consigo mismo y con los demás, manifestar una honradez en cuanto a pensamientos, acciones y comentarios y ser sincero en su forma de actuar y de comportarse?
A Sergio Cardell oí decir en alguna ocasión que “el Judo no se enseña, se aprende”. De la misma manera la educación no se puede imponer. Se pueden dictar normas, reglas y obligar al educando a respetarlas y en el mejor de los casos a aceptarlas. La educación de una persona viene en un primer momento determinada por su familia y el ambiente en que se ha desenvuelto hasta entonces. Cuanto antes se pueda incidir sobre esa persona más fácil y más evidente será la influencia del ¿Judo?, del ¿profesor?
Lo que está claro es que el educando tiene que sentir la necesidad de querer educarse.
Resumiendo el Judo sienta bien, el Judo enseña y el Judo es una escuela de vida, pero el
Judo por si solo no educa en un primer momento a los que lo practican y mucho menos a quienes no estan por la labor.
Evidentemente ayuda al educador en su función de educar, pero el que finalmente educa es el Profesor.
Un profesor dejado, impuntual, desmotivado por sus clases, que no respeta a sus alumnos, que llega a ser un ejemplo de lo que nunca debe de ser un profesor de Judo, por buenos contenidos de Judo con los que pueda jugar, difícilmente conseguirá “educar”.
Para terminar:
Analizando todo esto y después de asumir que el Judo por si solo no educa al alumno, tenemos que admitir la doble vertiente que tiene el Judo, que ayuda al profesor a “educar”, y que a la vez, por si mismo, “educa” al profesor, si lo necesita, cuando este ya procede como tal y advirtiendo sus carencias en el momento de ejercer y de dar ejemplo, decide cambiar.
fran nicolás
Pero ¿de qué manera y de qué Judo?: ¿Dando clases magistrales? ¿Soltando largos discursos? ¿Comunicando normas de comportamiento?
¿Y con qué contenidos?: ¿Mediante el programa de cintos? ¿Practicando las katas? ¿El randori? ¿Preparándolos y presentándolos a competiciones? ¿Implicando a los alumnos en el mundo del arbitraje? ¿En la enseñanza? ¿Con su ejemplo?
“Predica con la vida más que con palabras, el ejemplo es el mejor mensaje”. (Filipina Dacmesme)
Pienso que si el Judo es un arma para educar y sirve para educar, es mediante una mezcla de todo esto. Pero más importante que el Judo en si, es la figura del profesor y dependerá de los valores que posea ese profesor, de su educación, de su personalidad, de sus modales, de sus principios, de la empatía que tenga para transmitirlos y de su motivación, lo que le haga ser más o menos efectivo educando.
¿Los contenidos? Eso quizá tenga menos importancia. Un profesor entusiasmado por la práctica de las katas, que sabe comunicar ese entusiasmo y es capaz de reunir periódicamente un grupo de judokas para entrenarse, será tan válido y capacitado “para educar” como el profesor que sabe introducir a sus alumnos en una sesión de Judo sin que apenas se den cuenta para practicar randori o como el profesor de arbitraje o profesor de cursos de profesores que consigue “enganchar” por medio de sus explicaciones a los aspirantes a árbitros o a profesores.
Quien verdaderamente “educa” es el profesor, no el Judo. El profesor se vale del Judo para educar. Pero ¿que es educar?, Tenemos varias definiciones, desde las más sencillas a algunas más elaboradas.
Educar:
“Formar o instruir a una persona”.
“Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales, morales o cognitivas para un determinado fin”.
“Contribuir con el propio ejemplo de una vida presidida por el amor, la coherencia interna, la honradez y la sinceridad a que el inmaduro aprenda a desarrollar al máximo sus potencialidades, se realice, dé un sentido a su vida, esté en paz consigo mismo, sea feliz y trate de hacer felices a los demás”. (B. Tierno)
Vamos a analizar estas tres definiciones.
“Formar o instruir a una persona”, es una definición un tanto ambigua que naturalmente sirve, pero ¿formar o instruir en que sentido?, ¿en que forma?, ¿de que manera? A todas luces incompleta.
“Desarrollar las facultades, intelectuales, morales o cognitivas para un determinado fin”.
Con más detalles que la anterior, aquí habrá que presumir en el educador el intelecto, la moral y el conocimiento necesarios para alcanzar ese determinado fin.
“Contribuir con el propio ejemplo…”, también habrá que presumir que el educador está en condiciones de dar ejemplo en el amor, la coherencia interna, la honradez y la sinceridad para que al transmitir al educando, de un sentido a su vida y sea feliz.
Y ahora vamos a analizar al profesor.
El profesor de Judo se plantea en muchos casos, ¿que es un educador? ¿Se plantea que como educador que es, tiene que dar una imagen ante sus alumnos? Que sin tener que proponérselo, (y si hace falta proponiéndoselo), ¿tiene que llevar una vida presidida por el amor, ser coherente en sus acciones y forma de actuar, consigo mismo y con los demás, manifestar una honradez en cuanto a pensamientos, acciones y comentarios y ser sincero en su forma de actuar y de comportarse?
A Sergio Cardell oí decir en alguna ocasión que “el Judo no se enseña, se aprende”. De la misma manera la educación no se puede imponer. Se pueden dictar normas, reglas y obligar al educando a respetarlas y en el mejor de los casos a aceptarlas. La educación de una persona viene en un primer momento determinada por su familia y el ambiente en que se ha desenvuelto hasta entonces. Cuanto antes se pueda incidir sobre esa persona más fácil y más evidente será la influencia del ¿Judo?, del ¿profesor?
Lo que está claro es que el educando tiene que sentir la necesidad de querer educarse.
Resumiendo el Judo sienta bien, el Judo enseña y el Judo es una escuela de vida, pero el
Judo por si solo no educa en un primer momento a los que lo practican y mucho menos a quienes no estan por la labor.
Evidentemente ayuda al educador en su función de educar, pero el que finalmente educa es el Profesor.
Un profesor dejado, impuntual, desmotivado por sus clases, que no respeta a sus alumnos, que llega a ser un ejemplo de lo que nunca debe de ser un profesor de Judo, por buenos contenidos de Judo con los que pueda jugar, difícilmente conseguirá “educar”.
Para terminar:
Analizando todo esto y después de asumir que el Judo por si solo no educa al alumno, tenemos que admitir la doble vertiente que tiene el Judo, que ayuda al profesor a “educar”, y que a la vez, por si mismo, “educa” al profesor, si lo necesita, cuando este ya procede como tal y advirtiendo sus carencias en el momento de ejercer y de dar ejemplo, decide cambiar.
fran nicolás
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